martes, 19 de agosto de 2008

Triatléticos

Después de años escuchando que un triatleta llamado García Noya ganaba continuamente pruebas del Campeonato del Mundo, esta madrugada consideré que merecía la pena despertarse a las 5 para ver el final de la prueba de triatlón de las Olimpiadas. Y una porra, García Noya 4º e Iván Raña 5º, con dos huevos.
En los tiempos que corren, después de las grandes alegrías que nos ha dado el deporte español en los últimos meses, parece que hay que posicionarse en uno de los dos bandos: los eufóricos que, alentados por la prensa deportiva madrileña, se piensan que estamos ahí ahí con EE.UU. y China, y los escépticos, que siguen pensando que somos los más mantas de Europa y que si ganamos algo es gracias a los negros que le robamos a países tercermundistas.
Yo intento mantenerme en un plano intermedio, evitando sobrevalorar a nuestros deportistas, pero siendo consciente de que tenemos a varios de ellos en las primeras posiciones de sus respectivos rankings mundiales.
No obstante, tiendo a desconfiar de nuestros deportistas, principalmente de los atletas. Cansa ver cómo disminuyen sus prestaciones cuando tienen detrás de ellos a todo un país, es decir, en los Juegos Olímpicos. Salvo honrosas y muy celebradas excepciones, el atleta español se agarrota cuando se crean expectativas en torno a él y, lo peor de todo, es que en la mayoría de los casos no son capaces de asumirlo, de decir: "pues tío, Amat, que me he cagao, que me ha podido la presión, que soy un piltrafa que ve a un ruso y a un americano y se vuelve loco". Qué va, las respuestas suelen ser: "el cabrón del singapureño me ha empujado", "joder, vaya noche he pasao, 37º de fiebre tío, así no podía pegar ojo", "me ha dao un tirón cuando mejor iba, en serio, me estaba encontrado superbien", "los flashes me han deslumbrado (no en sentido metafórico)", y así un largo etcétera de excusas que, imagino, deben venir recogidas en un libro (un tomo) que el COE le entrega a los deportistas junto a la ropa, las maletas y demás material olímpico.
Detrás de tanto fracaso me surge una duda: ¿no tendrá que ver nuestro carácter fiestero en todo esto? Porque me los imagino en la villa olímpica haciendo botellón a las 3 de la mañana en la habitación de, por ejemplo, Santi Freixa, y que de repente alguien suelte: "Reyes (Estévez), ¿tú cuándo corres?" "Ossstia tío, mañana, pero lo llevo de puta madre, en una horita me voy a la cama ya".
Lo peor de todo esto es que los italianos, que seguro que hacen lo mismo y que encima se llevarán al huerto a nuestras jugadoras de hockey y a las de natación sincronizada, llevan ya 19 medallas...

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